lunes, 31 de agosto de 2009

MARRAKESCH


En un lugar al norte de África, con sus habitantes de piel morena, que te miran y pretenden extraerte. No sé que hora es. Alrededor de la una. Aquí nos encontramos, en la burbuja de la piscina del hotel.

Aquí no hay miseria.
Aquí no huele mal.
Aquí nadie se quiere aprovechar.
Aquí no hay tiendas.
Aquí no hay zocos.
Aquí no hay tiendas.
Aquí no hay árabes.
Aquí no hay mierda.

Estoy de vacaciones. Podría dar detalles minuciosos de lo que hemos visto esta mañana, pero como supongo que esto irá al blog en el que puedo incluir fotografías es mejor que lo veáis.

He pasado de la fascinación al miedo, paulatinamente pero en un breve espacio de tiempo. No se puede ser occidental y no parecerlo. No se puede hablar con la gente y ponerte el escudo. No se puede pasarlo bien y desconfiar. No se puede ser turista y que no se note. No se puede disfrutar en vacaciones y estar en todo. No se puede.

Bien. Y después de esta lista de dilemas, conflictos, contradicciones y demás tonterías, ¿qué hago? Estoy en Marrakech. Estoy de vacaciones. He venido advertido por voces de alerta, que quizá me han sobrepasado. No se puede estar refractante y conectar. Es imposible.

Disfruta y pásalo bien. Y si quieren que se aprovechen un poco de mí. Esto no es Europa.

Que se aprovechen de mí. No es personal. No van en contra mía. No van a hacer daño. Yo vivo de mis alumnos, ellos viven del turista. Así de simple.

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