jueves, 27 de agosto de 2009

CERDOS


Una piara de cerdos volando se posan en tu piel, y te soban, y te agitan, y te lamen, y te penetran. Y te gusta.


¿Qué será esto que de vez en cuando siento entre las piernas, tirando hacia arriba? ¿Es luz? ¿Es color? ¿Es humor? ¿Es amor? ¿Es calor?

Los cerdos juegan a mi alrededor. Mientras uno de ellos se dedica a tirarme de los pezones hay otro que ya ha empezado a sorprenderme por donde yo no puedo ver nada. ¿Es grande? Sí. Qué bien.

Los cerdos me aplastan, me zarandean. Aunque cada vez los tengo mejor domesticados. Les dejo hacer lo que quieran, pero también les dejo hacer lo que quiero. Y si nos les gusta que se busquen a otro.

Los cerdos me dan mucho placer. Me gusta jugar con ellos. No hay nada como un cerdo con una buena entrepierna, que se deje lamer, y que esté deseoso de explorarte un poco más.

Adelante, cerdo. La puerta está abierta. Estoy deseando que entres y que salgas y que entres y que salgas y que entres y que salgas y que entres, así, con fuerza. Pasa ahí hasta el fondo, hasta que me salga por la boca. Déjame exhausto. Dámelo todo.

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