jueves, 24 de diciembre de 2009

CRÓNICAS PARISINAS II: 05/12/09


Después de un buen sueño, ayudado por la química, la pereza me retuvo una horita en la cama. Bajé a comprar comida y me cociné algo. Me hubiera gustado salir antes.

Me planté en Montmartre desde una estación de metro que quedaba un poco retirada de la calle que sube a la iglesia del Sagrado Corazón. Riadas de gente bajaban y subían por la calle desde la que ya se veía la capilla, majestuosa, con el jardín a sus pies. Había que coger el funicular para llegar. Bueno, no era necesario, pero era cómodo.

Esto ya fue ayer. Es increíble ver como me funciona la memoria a largo plazo para las iglesias y catedrales. Quiero decir, lo mal que me funciona, porque me acuerdo de más bien poco. Se respiraba el aire bohemio del que las guías hablan y que las obras de ciertos autores destilan. Eso sí, contaminado por la excesiva afluencia de turistas.

La exposición de Dalí en este mismo barrio fue todo un hallazgo. Es evidente que muchos se han lucrado a gusto explotando al máximo la imaginería dalidiana, y esto es un buen ejemplo. No obstante, me dejé seducir por esas magníficas representaciones de la fluídez del tiempo y demás ocurrencias del artista. Cuando salí de la exposición quise dar un agradable paseo, por lo que tuve que salir de la avalancha de turistas para bajar las calles empinadas de este pintoresco barrio.

Tras un largo paseo acabé en una estación de metro, para ir al Barrio Latino. Caminé a lo largo del bulevar de Saint Michel, en el que vi poco más que tiendas. Ay sí, perdón, también vi La Sorbona por fuera.

Llegué al Panteón, el cual también vi desde fuera ya que era demasiado tarde y no se podía entrar. Torcí a la derecha para adentrarme en el Barrio Latino. No sé si era muy tarde, muy pronto o me desubiqué, ya que en el supuesto Barrio Latino solo había edificios y algún bar a medio gas. Volví a casa, cené, salí y volví a casa otra vez a las cinco de la madrugada. Hasta aquí puedo leer.

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